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El Auténtico ajiaco cubano |
Cuando uno piensa en ajiaco cubano, no se trata solo de un guiso cualquiera. No, señor. Es como abrir una caja vieja llena de cartas, olores y relatos que se cruzan entre generaciones. Hay quien dice que el aroma del ajiaco recién hecho —ese que mezcla maíz, carne, calabaza y... recuerdos— es capaz de hacer llorar a un cubano lejos de casa. ¿Una exageración? Tal vez, pero de las sabrosas.
Un guiso que viene de lejos… muy lejos
Mucho antes de que los españoles llegaran y se mezclaran las tradiciones, los taínos ya preparaban algo similar. Era una sopa espesa, hecha con lo que el bosque y la tierra, mojada por la lluvia, podían ofrecer (ese aroma a lluvia que aún se siente en los campos del este cuando se corta el boniato). Luego, con la colonización —y todo lo que arrastró— llegaron nuevos ingredientes, como el tasajo, y técnicas que se colaron sin pedir permiso.
¿El resultado? Pues un potaje potente que no tiene vergüenza en decir “yo soy Cuba”. Porque sí, el ajiaco cubano es más que comida: es historia, mestizaje y fogón.
¿Sabías que Fernando Ortiz lo convirtió en metáfora?
Sí, ese mismo, el antropólogo que no se cansó nunca de hablar de identidad criolla. Él vio en el ajiaco cubano una metáfora sabrosísima del país: todo se junta, todo se mezcla, nada se pierde. Un poco como cuando mezclas plátano verde con ñame y tasajo y te queda un caldo que parece diseñado para abrazarte por dentro.
¡Uf! Si eso no es poesía gastronómica, no sé qué lo sea.
Ingredientes para cocinar memoria (y quedar bien con la suegra)
Bueno, aquí va la lista. Aunque... esto me recuerda a cuando mi abuela decía que no era necesario medir tanto, que el secreto estaba en el ojo y el alma.
Pero vamos con lo básico, para 6 bocas (aunque siempre se cuela uno más):
1 cebolla grande, bien picadita
3 dientes de ajo (mínimo, no seas tacaño)
1 ají grande
¼ lata de salsa de tomate
2 cdas. de jugo de limón
2 mazorcas de maíz (en trozos)
1 lb de malanga
2 plátanos verdes
2 plátanos pintones (ni verdes ni maduros: entremedio)
2 papas (en cuartos)
1 trozo de calabaza
1 lb de yuca
1 lb de boniato
½ lb de ñame (sí, el de los mercados latinos ese que se ve raro)
½ lb de pollo (en trozos)
½ lb de tasajo (¡indispensable, como el Tamagotchi en los 90!)
1 lb de carne de cerdo (puerco pa’ los cubanos de pura cepa)
6 tazas de agua
¿Cómo preparar el verdadero ajiaco cubano?
Remojar el tasajo toda la noche. Cambia el agua. Dale cariño.
Cocina las carnes en una olla grande, fuego medio, sin apuro.
Añade cebolla, ají, tomate, limón y hojas de laurel (no seas flojo).
Pela y corta las raíces. Agrégalas por orden de dureza. La calabaza va al final.
Machaca un poco algunas viandas para espesar. Pero no hagas puré, eh.
Tiempo estimado: 2 horitas de paciencia, como mínimo.
¿Genial? Más bien... lento y delicioso.
Detalles que no puedes pasar por alto
El tasajo, ese carne salada que sabe a campo, NO es jerky beef gringo. Ni lo intentes.
Los plátanos pintones, ojo, no son maduros. Están en ese limbo entre el verde y el dulzón.
¿Por qué el ajiaco cubano sigue enamorando?
Porque es casero. Porque no pretende ser gourmet. Y porque, honestamente, ¿quién puede resistirse a un plato donde se abrazan lo africano, lo español, lo indígena y hasta lo asiático?
Es un plato de abuelas. De domingos. De historias contadas entre cucharadas. Una receta que más que llenar el estómago, calienta el pecho.
Para cerrar (y que no se diga que no avisé)
Si tienes pan cubano o aunque sea uno francés medio tieso, sírvelo al lado. Porque mojar ese caldo espeso es... bueno, eso ya no se explica, se vive.
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Redacción: Cortadito News