En medio del más estricto silencio informativo—una marca registrada del sistema—dos altos cargos del aparato estatal cubano han sido removidos: Homero Acosta, secretario de la Asamblea Nacional, presentó su renuncia sin dar explicaciones, y Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, fue destituido de forma abrupta. Estos movimientos, aunque comunicados como decisiones administrativas rutinarias, revelan tensiones crecientes dentro de la cúpula judicial del régimen castrista, un entramado que, lejos de funcionar como poder independiente, actúa como brazo ejecutor de la política represiva del Partido Comunista.
¿Genial? Más bien… cuestionable. ¿Cómo puede un país con una supuesta “Asamblea del Poder Popular” carecer de transparencia hasta en los cargos más altos?
Homero Acosta, figura visible durante la llamada “reforma constitucional de 2019”, desaparece del mapa político sin que las autoridades ofrezcan causa, justificación o fecha efectiva de su salida. Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional, limitó su anuncio a confirmar que Acosta renunció a su condición de diputado y secretario. Nada más. Como siempre en Cuba, las decisiones se toman a puerta cerrada y se anuncian como hechos consumados.
Esto me recuerda a cuando los cambios en el Consejo de Estado se hacían entre cigarros y cafés en el Palacio de la Revolución… bueno, da igual.
Por su parte, Rubén Remigio Ferro—hasta ahora máximo jefe del poder judicial—fue reemplazado por Samuel Silvera Martínez, hasta hace poco ministro de Justicia. Ambos nombres están ligados a un historial de sentencias arbitrarias, procesos sin garantías y la persecución sistemática de disidentes, periodistas y manifestantes del 11J. Bajo su gestión, el sistema judicial no administró justicia: la negó.
¡Uf!
Mientras el país sufre apagones, escasez de alimentos y colapsos en la salud pública, el hijo de Remigio Ferro—conocido en ciertos círculos como Regmi Iluxion—celebraba, hace dos años, una fastuosa fiesta en Playa, La Habana, para revelar el sexo de su futuro hijo. Lujo, música, catering y luces… en medio de la miseria generalizada. Esa imagen, más elocuente que mil discursos, desnuda la doble moral de la cúpula del régimen castrista: sus familias viven como élites globales mientras el pueblo “resiste” con racionamiento y colas interminables.
La cúpula judicial del régimen castrista no solo ha sido cómplice de abusos; ha sido su arquitecta. Juicios amañados, condenas desproporcionadas y la criminalización de la protesta pacífica forman parte de su legado. Ahora, con estos cambios súbitos, el régimen intenta presentar una fachada de “renovación”, pero sin rendición de cuentas ni explicaciones reales.
¿Renovación o maniobra de contención?
Las autoridades del MININT y el Partido insisten en que estos movimientos responden a “reordenamientos internos”, pero expertos en política cubana señalan que reflejan tensiones por el control de instituciones clave en un contexto de creciente inestabilidad social y económica. La cúpula judicial del régimen castrista se tambalea, no por presión popular, sino por luchas internas que el pueblo jamás conocerá.
Importante destacar que, pese a la opacidad, ciudadanos alertas han seguido denunciando abusos y compartiendo información, lo que ha permitido a las autoridades—en contadas ocasiones—actuar con celeridad frente a casos de corrupción visible. La denuncia ciudadana sigue siendo una herramienta clave, aunque limitada, en ausencia de medios libres.
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Fuente: Prensa Oficialista Granma
Redacción: Cortadito News
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