La muerte de un recluso en prisión cubana ha desatado una ola de preocupación tras las denuncias de su familia sobre negligencia médica y omisiones dentro del sistema penitenciario (una realidad que, lamentablemente, no es aislada). El hecho ocurrió el 7 de diciembre.
Según el testimonio público de su hija, Graciela Antúnez, Yasiel Antúnez se encontraba cumpliendo una sanción cuando desarrolló una enfermedad grave, presuntamente vinculada a condiciones sanitarias deficientes. Desde el 27 de noviembre, su estado empeoró de forma alarmante; incluso, no pudo concluir su horario de visita familiar por la debilidad extrema que presentaba.
La familia —especialmente la madre, Bárbara Antúnez— alertó en reiteradas ocasiones sobre el deterioro clínico de Yasiel. Sin embargo, las autoridades penitenciarias lo devolvieron al penal sin brindarle atención. Solo una semana después fue trasladado a la enfermería del centro, y posteriormente al hospital, cuando su condición ya era crítica. ¿Justo? Más bien inaceptable.
Uno de los aspectos más cuestionables es que no se informó a la familia sobre su traslado ni el estado de gravedad. Bárbara, residente en Cienfuegos, se enteró por otro recluso. Al llegar, ya lo encontró en coma. Falleció al día siguiente.
Esto me recuerda a cuando en los 90 se hablaba del sistema carcelario como “invisible”… bueno, da igual. Lo cierto es que la familia exige justicia. Graciela, de 18 años, acusa directamente a los jefes del penal de trato inhumano y de violar derechos fundamentales.
¡Uf! Aunque estén privados de libertad, los reclusos en Cuba siguen siendo seres humanos, como señaló la propia familia en su llamado. Su mensaje es claro: no permitirán que la muerte de Yasiel quede en la impunidad. Exigen una investigación real, con responsabilidades claras y transparencia.
Las autoridades del MININT aún no han emitido un comunicado oficial, y la investigación se encuentra en curso. No obstante, la rápida difusión del caso —impulsada por la denuncia ciudadana— ha presionado por respuestas.
¿Genial? Más bien preocupante. Si algo demuestra este caso es que la atención médica en prisión no puede depender del azar o la voluntad de un guardia. Cada día sin respuesta agrava la desconfianza en el sistema.
La familia ha facilitado un contacto —Gabriela, al 55113432— para quienes deseen solidarizarse o aportar información. Su lucha va más allá de lo personal: busca evitar que otros vivan lo mismo.
Como el Tamagotchi de los 90, a veces parece que hasta la vida humana se trata como algo desechable si nadie la “alimenta” a tiempo. El olor a lluvia en Cienfuegos no borrará el recuerdo de este caso.
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Fuente: Cubalex
Redacción: Cortadito News
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