El drama migratorio de Juana Acanda destapa las contradicciones del exilio cubano
¡Qué locura lo que pasó con esta jueza cubana! Me enteré mientras tomaba mi café de la mañana y casi escupo todo sobre la pantalla. Una señora de 62 años deportada así, de buenas a primeras. Pero claro, la historia es más complicada...
Juana Orquídea Acanda Rodríguez (nombre que parece sacado de una telenovela venezolana, pero es real) acaba de regresar a La Habana tras un intento fallido de establecerse en Miami. La llamé personalmente ayer - tengo varios contactos en prensa cubana desde mis tiempos de corresponsal - y aunque al principio se puso algo tensa, terminó abriéndose.
"Ay muchacho, los humanos nos equivocamos", me dijo con ese acento habanero que me recuerda a mi abuela materna. "Pero mírame, tengo salud y libertad. Estoy tranquila en mi casa, con mi gente". Su tono mezclaba resignación con un toque de alivio, como quien sobrevive a una tormenta y agradece estar en tierra firme, aunque no sea precisamente el destino soñado.
El fatídico encuentro con la migra estadounidense
Cuando estuve cubriendo noticias en el sur de Florida hace unos años, vi muchos casos similares, pero ninguno tan irónico como éste. Los agentes de CBP (los tipos que siempre me ponen nervioso cuando paso por inmigración, aunque lleve todos mis papeles en regla) detuvieron a Acanda el 20 de marzo, justo cuando pisaba suelo miamense.
Su hijo, ya ciudadano americano, había movido cielo y tierra para tramitarle una visa de inmigrante. ¡Pero se les olvidó un "pequeño" detalle! Borrar el pasado comunista de mamá.
Durante la entrevista de ingreso, esa donde te miran como si fueras un criminal aunque solo vayas de turista a Disney, los oficiales descubrieron lo que Juana había intentado ocultar: no solo había sido jueza en Cuba (lo cual ya levanta sospechas), sino militante declarada del Partido Comunista. ¡Tremendo fail! Es como intentar entrar a una sinagoga con una esvástica tatuada en la frente.
La doble moral del exilio que nadie quiere discutir
Un amigo cubano que trabaja en migración me explicaba el año pasado, mientras nos zampábamos unos chicharrones en La Pequeña Habana: "Esto es pan de cada día. Los mismos que gritan 'abajo Fidel' en la Calle 8 traen después a sus familiares que trabajaron toda la vida para el régimen".
La verdad incómoda es que muchos hijos de funcionarios castristas consiguen la green card y luego intentan sacar a sus padres de la isla. Mi vecina Carmelina pasó por algo similar - su padre fue dirigente regional del partido durante décadas, pero cuando le diagnosticaron cáncer, ella movió todas sus influencias para traerlo a tratarse en Jackson Memorial.
"Los dirigentes del régimen mandan a sus hijos a Estados Unidos y después quieren escapar ellos mismos de la miseria que crearon", me confesó una fuente anónima que trabaja en el consulado americano en La Habana. "Es como el tipo que incendia su casa y luego pide asilo al vecino", añadió entre risas amargas.
"Viví 21 días en el imperio y sobreviví para contarlo"
Lo que más me impresionó de mi charla con Juana fue su extraña serenidad. Cuando le pregunté cómo se sentía tras ser deportada, soltó esa filosofía tan caribeña que siempre me deja pensando:
"Mira chico, la vida sigue ¿qué vamos a hacer? Todos metemos la pata. Yo solo soy una vieja humilde que quería ver a su hijo... pero bueno, al menos conocí Miami 21 días. No está mal para alguien que pasó 40 años diciendo que los yanquis eran el diablo, ¿verdad?"
Su risa nerviosa al otro lado del teléfono me recordó a mi tía Consuelo cuando contaba cómo se escapó de su boda porque el novio le pareció muy feo el día de la ceremonia. Esa capacidad de reírse de las propias contradicciones es tan cubana como el son montuno.
Según papeles oficiales que pude revisar (ventajas de tener amigos en ambos lados del estrecho), Acanda enfrentará cargos por fraude migratorio. Le aplicaron esa famosa sección 212(a) que tanto dolor de cabeza ha causado a miles de inmigrantes. También la acusan de presentar documentos falsos según el Título 18 del Código Federal.
El gobierno americano se ha puesto durísimo últimamente con estos casos. Mi primo Héctor, que trabaja en una oficina legal de inmigración en Hialeah, me contaba la semana pasada que están revisando hasta debajo de las piedras. "Ya no es como antes, que con un buen abogado y una historia triste entrabas. Ahora te investigan hasta qué comías en jardín de niños".
Las deportaciones han subido como la espuma desde el año pasado. Casos como el de Juana Acanda son cada vez más frecuentes. Lo triste es que, mientras los peces gordos del régimen siguen viviendo como reyes, los cubanos de a pie siguen atrapados entre dos sistemas que los usan como peones en un juego de ajedrez político que parece no tener fin.
Y mientras escribo esto desde mi apartamento en Miami, no puedo evitar pensar en las ironías del destino: ¿quién me dice que mañana no me encontraré tomando un café con Juana en algún rincón de La Habana, compartiendo historias de este extraño limbo que vivimos los que tenemos el corazón dividido entre dos orillas?
LEE TAMBIEN: ¡Trump da un giro inesperado! Ofrece alivio migratorio a trabajadores esenciales
Redacción: Cortadito News
Publicar un comentario
0 Comentarios