Anoche soñé que caminaba por las calles de La Habana después de un aguacero. El agua me llegaba a los tobillos y arrastraba todo tipo de desperdicios. Me desperté sudando, pero para miles de habaneros, esta pesadilla es su realidad cotidiana.
Un Sistema Centenario que No Da Más de Sí
Nadie se sorprende ya cuando las calles habaneras se transforman en ríos cada vez que caen cuatro gotas. El sistema de alcantarillado de la capital cubana, construido entre 1905 y 1915, está gritando "¡socorro!" desde hace décadas, y parece que nadie lo escucha.
Me contaba mi tío Ramón, que vivió 40 años en Centro Habana, que antes las lluvias eran motivo de alegría. "Ahora son una maldición", me escribió en su última carta. "El agua sube, sube y termina metiéndose en nuestras casas, trayendo consigo la pestilencia de las cañerías rotas".
La Muerte que Destapó la Crisis
Lo que antes era simplemente un fastidio se convirtió en tragedia el pasado febrero. Jonathan Oliva, un niño de apenas 13 años, perdió la vida al ser succionado por un tragante sin tapa durante una inundación en el municipio Diez de Octubre. ¿Qué estaba haciendo un niño en medio de una calle inundada? Probablemente lo mismo que hacíamos todos de pequeños: intentar sobrevivir al caos.
Esta tragedia puso los reflectores sobre un problema que hasta el propio medio oficialista "Cubadebate" ha tenido que reconocer en un extenso reportaje. Según ellos mismos, las constantes inundaciones tienen una explicación "sencilla": "el mal estado de la red y la falta de saneamiento". Vaya descubrimiento.
Una Cobertura Insuficiente para una Ciudad Desbordada
Cuando construyeron el alcantarillado habanero, la ciudad tenía unos 600.000 habitantes. Hoy, más de dos millones de personas dependen de esas mismas tuberías oxidadas y obstruidas. Es como intentar respirar por una pajita: simplemente no da abasto.
Andrea Miranda, directora de Saneamiento y Electromecánica de Aguas de La Habana, reconoció que solo el 69% de la población tiene acceso al sistema de alcantarillado, principalmente en los municipios centrales como Centro Habana y La Habana Vieja.
¿Y el resto? Pues a base de fosas sépticas que rebosan con la primera lluvia y "soluciones creativas" que de soluciones tienen poco y de problemas mucho.
El Tesoro Bajo Nuestros Pies
Mi abuela siempre decía que la verdadera riqueza de una ciudad está bajo tierra: en sus cimientos y sus cañerías. Y vaya si tenía razón. En La Habana, ese tesoro enterrado se ha convertido en una bomba de tiempo maloliente.
Durante mi última visita, fui testigo de cómo los vecinos de la calle Neptuno habían desarrollado su propio "sistema de alerta temprana": cuando cierto olor comenzaba a notarse, sabían que tenían menos de una hora para subir sus muebles y electrodomésticos antes de que las aguas negras invadieran sus hogares.
Entre la Culpa Compartida y la Responsabilidad Evadida
La directiva Miranda intentó repartir culpas, señalando las "indisciplinas sociales" como parte del problema. Y sí, es cierto que algunos ciudadanos tiran basura donde no deben, pero... ¿acaso no es también verdad que el servicio de recogida brilla por su ausencia en muchos barrios?
Es como cuando mi hermano pequeño derramaba el vaso de leche y luego me culpaba por haberlo puesto al borde de la mesa. Ambos teníamos parte de culpa, pero él era quien había hecho el desastre.
Un Problema Que Va Más Allá de las Tuberías
El colapso del alcantarillado habanero es el síntoma de una enfermedad más profunda: la falta de inversión en infraestructuras básicas. La escasez de equipos, repuestos y financiamiento ha convertido el mantenimiento en una tarea imposible.
Me contaba Joaquín, un vecino de La Víbora, que cuando reportó un salidero en su calle le dijeron: "Apúntate en la lista, compañero. Estamos atendiendo aún los reportes del año pasado".
Las Soluciones Parcheadas Que No Resuelven
Las brigadas de mantenimiento hacen lo que pueden con lo poco que tienen, pero el resultado suele ser un remiendo temporal que no resiste la próxima lluvia fuerte. Es como intentar tapar el Malecón con una toalla de playa durante un ciclón.
Una de mis frases favoritas habaneras la escuché de un plomero jubilado mientras reparaba por su cuenta un tragante en la esquina de su casa: "Aquí no resolvemos, improvisamos. Y cuando la improvisación falla, rezamos".
¿Cuántas Vidas Más Costará Esta Negligencia?
Jonathan no debería haber muerto. Ningún niño debería perder la vida por un sistema de alcantarillado deficiente. Pero la tragedia está servida para repetirse si no se toman medidas urgentes.
La próxima vez que veas imágenes de La Habana con sus calles coloniales y sus edificios históricos, intenta imaginar lo que no se muestra: el laberinto de tuberías centenarias que se desmorona bajo los pies de sus habitantes.
Recuerdo que mi padre, ingeniero civil jubilado, siempre decía que podías juzgar el desarrollo real de un país no por sus monumentos, sino por la calidad de sus aguas residuales. "Un buen sistema de alcantarillado no gana votos porque no se ve, pero salva más vidas que cualquier hospital", repetía.
Y mientras las autoridades debaten responsabilidades y los ciudadanos siguen esquivando charcos de dudosa procedencia, la ciudad sigue esperando una solución real. Una solución que, como las aguas que deberían fluir por sus alcantarillas, parece haberse estancado indefinidamente.
Porque La Habana merece más que parches temporales. Sus habitantes merecen poder caminar por sus calles sin miedo a que una alcantarilla abierta se convierta en una trampa mortal. Y sus niños merecen jugar bajo la lluvia sin que eso suponga poner en riesgo sus vidas.
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Redacción: Cortadito News
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