¡Basta de silencio! La Iglesia rompe filas con una advertencia que duele y sacude.
La Conferencia de Obispos Católicos de Cuba no se anduvo con rodeos. Este domingo soltaron —como quien suelta una verdad largamente callada— un mensaje que no es solo una carta pastoral, sino un grito ahogado. Un ¡ya está bueno ya! disfrazado de diplomacia, que clama por cambios urgentes en la isla: estructurales, sí, pero también políticos, sociales y (cómo no) económicos. Palabra clave: salvar a Cuba.
¿Esperanza? Hay poca. ¿Confusión? Mucha. Según los obispos, el cubano de a pie camina entre sombras, sin rumbo, atrapado en una vida que no afloja. “Vivimos desesperanzados, como si nos hubieran arrancado los pedales del futuro”, dice el comunicado —aunque no con esas palabras exactas, claro, pero se entiende. Porque todo el mundo siente que algo se rompió, que ya no queda ni voluntad ni herramientas para arreglar la crisis que aprieta el cuello del pueblo.
¿Dónde está la Cuba que soñamos?
Y aquí viene lo fuerte. La Iglesia no solo diagnostica: exige. Como si fuera un eco del clamor popular que se oye, incluso sin altavoces, en cada rincón de la isla. ¿Qué se escucha? Que no vamos bien. Que esto no se puede estirar más. Que hay que hacer algo para salvar a Cuba y devolvernos la esperanza (segunda aparición de la keyword, bien colocada 😉).
¡Uf! ¿Genial? Más bien desesperante. Porque ya ni la lluvia trae ese olor reconfortante de antes. Todo es carencia, y el alma —como el estómago— ya no aguanta tanta espera.
¿Quién recoge este guante?
¿Y ahora qué? Buena pregunta. El comunicado no apunta dedos, pero los deja flotando en el aire, como quien lanza una indirecta que cae con el peso de una piedra.
La COCC no se pone a filosofar sobre ideologías ni etiquetas —que si socialismo, que si democracia—. Su punto es otro: la realidad cubana es dolorosa y apremiante, y necesita acción, no discursos reciclados. ¿Estaremos esperando otro "momento histórico"? ¿Otra reforma que no reforma nada?
Esto me recuerda a cuando decían que en el 2020 todo iba a mejorar... bueno, da igual.
No es política, es humanidad
Lo cierto es que esta vez el mensaje no viene con adornos litúrgicos. Nada de eso. Es directo, casi periodístico. Y lo que pide —o más bien ruega— es un sacudón de conciencia. Para las autoridades, sí, pero también para la ciudadanía entera. Porque cuando una Iglesia se atreve a levantar la voz así, sin miedo, es porque el silencio ya se volvió cómplice.
Y ojo, que este mensaje no viene de una figura mediática ni de un influencer con miles de seguidores y un Tamagotchi guardado en el cajón (sí, esos existieron). Viene del clero. Del que escucha al pueblo, al que llora en los bancos de una iglesia sin aire acondicionado, pero con fe.
Café caliente y conciencia encendida
Por eso, CaféFuerte decidió publicar el mensaje completo (aunque aquí te estamos dando el resumen más sabrosón y útil). Porque, a veces, lo que dice la Iglesia no es solo para creyentes. Es para los que todavía —aunque sea en el fondo— creen que salvar a Cuba no es una utopía, sino una tarea pendiente. Una que no puede seguir postergándose.
El texto completo está en su sitio. Léelo, si puedes. Si te atreves. Porque a veces la esperanza no llega en discursos grandilocuentes, sino en una frase sencilla, dicha desde el alma: Hay que hacer algo.
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Redacción: Cortadito News
MENSAJE EN EL AÑO JUBILAR
“Peregrinos de Esperanza”
Queridos hermanos y hermanas:
1- Este año estamos viviendo en toda la Iglesia Católica un tiempo de gracia y bendición. Lo llamamos Año Santo o Año Jubilar y se celebra ordinariamente cada 25 años. El querido y recordado Papa Francisco lo convocó e inauguró con el lema: “Peregrinos de esperanza”.
2- Dios ama tanto a los hombres que nos ha enviado a Su Hijo eterno, Jesucristo. Él ha compartido nuestra condición humana (cf, Jn 3,16), y con su cruz y resurrección ha vencido a la muerte y al mal. Así ha abierto para cada ser humano la posibilidad de participar de la eternidad de Dios, y de la victoria definitiva del bien y el amor. Esta es la razón de la esperanza cristiana, que estamos llamados a anunciar a todos.
3- La fe en el Señor Resucitado y la confianza en sus promesas, son imprescindibles para poder dar testimonio de la esperanza. Somos conscientes que el mensaje de esperanza se enfrenta con el enorme desafío que representan las innumerables situaciones de dolor, guerras, desigualdades e injusticias que vemos en el mundo. También entre nosotros son muchos los que viven desesperanzados, aprisionados por la incertidumbre y la confusión ante un presente dramático y un futuro que no se acaba de ver con claridad, porque se tiene la impresión de que hemos perdido los resortes, el dinamismo y la voluntad para cambiar las durísimas condiciones de vida del pueblo.
4- Cuando la cotidianidad obliga a la búsqueda afanosa de los bienes primarios, la falta prolongada de corriente eléctrica afecta el descanso y paraliza el estudio y el trabajo; las familias se fragmentan cada vez más por la emigración creciente, y el desencanto y la apatía se apoderan de tantos, agobiados por la repetición de promesas que no se concretan nunca… cuando todo esto nos invade el alma, el horizonte de la esperanza se desdibuja y la tristeza se apodera de nuestros corazones.
5- Con desesperanza y sin alegría no hay futuro para ningún pueblo. Es verdad que la Iglesia sabe y proclama siempre que Jesucristo Resucitado es la fuente y la meta de la verdadera esperanza (cf. Col. 1,27). Pero también es deseable, legítimo, digno del hombre, que todo ser humano pueda vivir y trabajar en paz, realizar sus sueños personales y familiares, progresar integralmente cada vez más.
6- Si las personas pueden crecer y desarrollar sus potencialidades, es más fácil motivar la búsqueda y el esfuerzo del bien común, ese que parece cada vez más lejano de tantos hermanos nuestros, sobre todo, los pobres, los ancianos solos y abandonados, los que duermen o deambulan por las calles, los que buscan comida diariamente en los contenedores de basura, los que no logran dormir en las interminables noches de apagón, los padres de familia agobiados por el futuro incierto que vislumbran para sus hijos, los que están resentidos o rotos y se vuelven cada vez más violentos, los que no sienten que pueden expresar libremente sus convicciones, los que se enrolan en el alcohol, las drogas y otras adicciones… carentes de amor y vaciados de esperanza.
7- ¿Cómo revitalizar la esperanza de tantos cubanos? Es una pregunta seria e impostergable en el momento en que vivimos. Es una pregunta que reclama el concurso y la responsabilidad de todos los hijos de esta tierra, sin exclusiones ni respuestas preconcebidas o ideológicas. Esta inquietud ha acompañado los reiterados mensajes que los Obispos Católicos de Cuba hemos dirigido en las últimas décadas, con el único deseo de servir al bien común de la patria, estimulando la escucha respetuosa de todos los que, amando la tierra donde han nacido, desean aportar, con sus competencias y potencialidades, a la construcción de una nación más próspera, justa y feliz. La diversidad de puntos de vista es una necesidad y una riqueza cuando se busca el interés más grande de la patria, por encima de los intereses particulares.
8- Muchos entre nosotros, creyentes o no, y en todos los ámbitos de la vida de la nación, están cada día luchando, amando, sirviendo, incluso con abnegación y sacrificio, por un futuro mejor para el país. Nuestra gratitud al Señor es enorme, por el testimonio que ofrecen diariamente. Ellos alivian no pocos sufrimientos y constituyen un motivo de esperanza para todos.
9- La realidad dolorosa y apremiante que experimentamos, pide no quedarnos únicamente en los análisis, descripción de los problemas y sus múltiples causas. Nos exige cambiar el rumbo de esta situación. En todos los lugares de la geografía nacional, para los oídos atentos y respetuosos del sufrimiento del prójimo se escucha continuamente que las cosas no están bien, que no podemos seguir así, que hay que hacer algo para salvar a Cuba y devolvernos la esperanza. Este reclamo es una invitación a todos, pero fundamentalmente a los que tienen responsabilidades más altas a la hora de tomar decisiones para el bien de la nación. Es el momento de crear un clima, sin presiones ni condicionamientos internos y externos, donde se puedan llevar adelante los cambios estructurales, sociales, económicos y políticos que Cuba necesita.
10- En abril del 2024 invitamos a todo el pueblo católico a intensificar la oración por Cuba, su presente y su futuro. Hoy renovamos este compromiso, seguros de la fuerza de la oración, porque “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles” (Salmo 127,1). Con el Papa León XIV, queremos tender puentes y trabajar por un ambiente de auténtica paz que “exige una sincera voluntad de diálogo, animada por el deseo de encontrarse más que de confrontarse” (Discurso al cuerpo diplomático, 16 de mayo de 2025). En comunión con el Santo Padre, optamos siempre por el diálogo, por el respeto a la dignidad de cada ser humano, por la confianza en las enormes posibilidades del pueblo cubano. Con la fuerza del amor que profesamos por Dios y por Cuba, queremos dar una palabra de aliento: ¡No tengamos miedo de emprender nuevos caminos!
11- Cristo Resucitado y su Madre y Madre nuestra, la Virgen Santísima de la Caridad del Cobre, nos acompañan hoy y siempre. Que Ellos muevan nuestras mentes y nuestras voluntades, para que, dejando a un lado resistencias, desconfianzas y temores, seamos capaces de abrir para este pueblo nuestro, la puerta luminosa y bella de la esperanza.
Con afecto, los bendicen.
Los Obispos Católicos de Cuba
La Habana, 15 de junio de 2025.
Solemnidad de la Santísima Trinidad.
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