Cada junio, entre camisetas con frases cursis y desayunos improvisados, nos enfrentamos a una fecha que, aunque cargada de intención, suele pasar de puntillas por la emoción real: el Día de los Padres. Sí, esa celebración que parece siempre llegar tarde —o demasiado rápido, según quién lo mire— y que, a veces, se siente más como una formalidad que como un tributo sentido.
Y sin embargo, ahí están ellos. Con ojeras, pero presentes. Con silencios que dicen más que mil discursos. Con un “ya lo arreglé” que resuelve lo que parecía imposible. El Día de los Padres no es solo una fecha en el calendario; es (o debería ser) una excusa para detenernos —¡por fin!— y mirar hacia atrás.
¿Padres perfectos? Ni de coña
Lo más curioso de todo esto es que se nos ha vendido la imagen del padre tipo: fuerte, serio, proveedor, como si fueran versiones modernas de Clint Eastwood en blanco y negro. Pero la realidad, ya tú sabes, es un caos más tierno.
Hoy, los padres cambian pañales, cocinan (algunos, con recetas de YouTube que casi incendian la cocina), van a reuniones escolares y hasta hacen TikToks, aunque bailen como robots con artrosis.
Pero cuidado: idealizar tampoco sirve. Muchos arrastran errores, silencios heredados o afectos que nunca aprendieron a nombrar. ¿Genial? Más bien... cuestionable.
Lo que no se regala, se olvida
Uno de los grandes fails de esta fecha es cómo se convierte en puro trámite. Se regalan corbatas cuando hace años que nadie usa corbata. O calcetines. O algo peor: nada. ¡Uf! Esa es la parte incómoda que nadie quiere decir en voz alta.
Y es que el problema no es el regalo. Es no regalar tiempo, atención, un “gracias” de esos que aprietan el alma (como cuando hueles a lluvia después de un día seco).
Esto me recuerda a cuando mi padre intentó hacer arroz con leche porque mamá estaba enferma. No quedó bien, pero... bueno, da igual. Nunca me había sentido tan querido.
¿Cómo celebrar de verdad el Día de los Padres?
Vamos al grano, que esto no es una telenovela:
Celebrar el Día de los Padres no tiene que ver con dinero ni grandes gestos. A veces, una carta sincera es más valiosa que un smartwatch. O una conversación de madrugada. O acompañarlo a ver ese partido aburridísimo que, curiosamente, te hace reír con cada maldición que suelta.
Una comida en casa, sin prisas.
Un paseo, como cuando eras niño.
Recordar una anécdota vieja (tipo “cuando perdiste la bici y resultó que estaba en el techo”).
Eso también es SEO emocional: Simple, Efectivo y Orgánico. 😅
¿Y si no tengo padre?
Importante: no todos celebran igual. Hay quienes han crecido sin figura paterna o con una dañina. Este día puede doler. Mucho.
También está bien sentir eso. También hay espacio para honrar a quien hizo de padre sin serlo: una madre soltera, un abuelo, un tío, una hermana mayor. O incluso, uno mismo.
Porque al final, el amor no siempre viene en el paquete que esperábamos. Y, ¿sabés qué? No pasa nada.
Cuando los padres no son eternos (aunque deberían)
Uno no se da cuenta de que papá envejece hasta que le tiembla el pulso para abrocharse un botón. O cuando llama para preguntarte cómo reiniciar el móvil porque “crasheó todo, mijo”.
Ese día... duele. Pero también enseña. Aprendes que los superhéroes también se cansan. Y ahí es cuando toca devolver lo aprendido: con paciencia, con cariño, incluso con humor.
Como decía mi viejo, “la vida es como el cassette del Tamagotchi: si no lo rebobinas, se traba”. (Sí, eso decía. Incomprensible, pero inolvidable).
Conclusión: No te olvides de recordar
Celebrar el Día de los Padres no tiene fórmula exacta, pero si lo dejas pasar como si nada... se nota. Y se siente.
No importa si tu gesto es pequeño, lo importante es que sea sincero. Llama. Visita. Agradece. O simplemente, escucha. A veces, lo único que quieren es saber que lo hicieron bien.
Y para ti, padre... que ya no estás: que Dios te tenga en la gloria y perdone los errores que cometiste. Porque aunque no todo fue perfecto, tu huella quedó.
¿Y tú? ¿Ya pensaste qué vas a hacer este año?
Redacción: Cortadito News Escrito por: Pedro Alfonso Sánchez
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