Un nuevo capítulo en la telenovela migratoria, nos dicen desde el perfil de Facebook de MININT_CUBA, 89 cubanos fueron deportados desde Estados Unidos, aterrizando en el aeropuerto José Martí como quien regresa a casa... sin querer volver. Esta vez, el lote humano incluía 76 hombres, 12 mujeres y un menor. ¿Familias separadas? Posiblemente. ¿Ilusiones rotas? Seguro.
Una cifra que no para de crecer… ¿y de doler?
La dictadura cubana, siempre tan “eficiente” con sus comunicados, soltó una de esas joyas informativas este miércoles. Breve, seco, como quien pasa la escoba tras una tormenta: “Sí, llegaron, ya están aquí, fin del parte”. Este vuelo, según el Ministerio del Interior (MININT) —ese órgano que da más miedo que confianza—, fue parte de las ya 20 devoluciones migratorias que se han ejecutado en lo que va de 2025. La cuenta va en 676 repatriados. ¡Uf! Eso no es un número, es una alarma que suena en estéreo.
¿Y esto es normal? Más bien... una rutina forzada.
Ahora, este fue el sexto vuelo de deportación desde EE.UU. a La Habana en lo que va de año. O sea, la pista de José Martí se está gastando más por aterrizajes forzosos que por turistas con cámaras. Paradójico, ¿no?
¿Reincidentes o desesperados?
Retrocedamos dos semanas, porque la historia no empezó ayer. El 30 de mayo, otro vuelo trajo a 130 cubanos de vuelta a su realidad controlada por apagones y discursos reciclados. Entre ellos, 106 hombres y 24 mujeres. Pero hay un detalle que el MININT no dejó pasar: cinco de ellos fueron entregados directamente a las autoridades de investigación penal. ¿El delito? Salieron del país en libertad condicional. O sea, “¿querías escapar? ¡Zas! Te traemos y te encerramos por haberlo intentado”.
Esto me recuerda a los tiempos del Mariel, aunque bueno, aquello fue otro cuento... con otro guion, pero con los mismos actores.
El fantasma de los acuerdos bilaterales
Hay quienes aún piensan que estas deportaciones son actos “coordinados”. Y sí, lo son, pero no precisamente en beneficio del migrante. Todo esto se hace bajo la sombra de unos acuerdos bilaterales que siguen en pie —como un Tamagotchi que nunca se apaga— entre la Casa Blanca y el régimen castrista. Firmados en otras administraciones, revitalizados según el clima político de turno, y ahora utilizados como marco para estos retornos.
La cosa es que la administración de Donald Trump ha endurecido los controles migratorios, como si le hubieran subido el volumen al modo “cero tolerancia”. El resultado: más redadas, más vuelos de regreso, más rostros desencajados bajando del avión en La Habana con el olor a lluvia pegado a la ropa y la mirada perdida.
¿Destino final o paréntesis migratorio?
Esto no va de política exterior, va de gente. De historias que se cortan en seco. Porque nadie arriesga su vida cruzando fronteras, mares o desiertos por deporte. Y sin embargo, la respuesta del sistema es casi robótica: registro, vuelo, repatriación, vigilancia. ¿Genial? Más bien... cruel.
Y ya que estamos: ¿quién se beneficia de esta maquinaria migratoria? ¿Estados Unidos al deshacerse de los "ilegales"? ¿Cuba al tener el pretexto para seguir vigilando? Porque al final, los que pierden siempre son los mismos: los que soñaban con una vida mejor y terminaron en la misma celda, literal o simbólica.
📌 Conclusión
Las deportaciones a Cuba no son solo números en un informe. Son vidas. Ciclos que se interrumpen a la fuerza. Historias que, por ahora, terminan con un pasaje de regreso que nadie quiso comprar.
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Redacción: Cortadito News
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