Si me dijeran que una vaca podía armar un lío internacional, me reiría en la cara. Pero en 1960 pasó, y no fue un chiste. Un cohete DE LOS EE.UU explotó, pedazos cayeron en Cuba y una vaca terminó siendo la estrella de un escándalo que todavía me hace imaginar al Dictador Fidel Castro subido a un tractor, puteando al cielo. Esta historia tiene de todo: revolución, vacas marchando y un asado que nunca llegó a terminarse. Vamos a desmenuzarla como si estuviéramos charlando en la vereda.
Cuando Rufina se cruzó con un cohete
Era el 30 de noviembre de 1960. Desde Cabo Cañaveral, los EE.UU lanzaron el Thor DM-21 Ablestar, un nombre que suena a nave de Star Wars. Pero la cosa duró menos que un suspiro: explotó en el aire y sus restos aterrizaron cerca de Holguín, Cuba. Ahí estaba Rufina, una vaca desprevenida, pastando como si nada, hasta que un pedazo de metal le dijo “chau, querida”. Me la imagino como esas tardes en el campo, cuando estás tranquilo y de repente te cae un baldazo de agua fría. Para los cubanos, fue un regalo del cielo: un mes antes, EE.UU. les había clavado un EMBARGO por la Revolución del ’59, y esto les dio munición para gritar “¡nos quieren joder!”. El Dictador Fidel, con ese olfato político que tenía, dijo que era un ataque y que los americanos habían invadido su espacio. ¡Un golazo diplomático!
Vacas enojadas y un desfile inolvidable
La cosa no quedó ahí. Una semana después, en La Habana, unos 250 cubanos salieron a la calle con vacas —sí, vacas— cargando carteles tipo “Eisenhower, asesino de mi hermana”. Me los imagino marchando, con el calor caribeño y el olor a bosta, mientras los americanos miraban desde la embajada con cara de “¿qué hicimos?”. Hasta George Tenet, exjefe de la CIA, lo recordó en 2000, muerto de risa: “Fue el único satélite que hizo carne picada”. EE.UU. tuvo que aflojar 2 millones de dólares para calmar las aguas. ¡Esa vaca valió más que mi auto!
El funeral de Rufina y su legado eterno
A Rufina la despidieron como reina: funeral de Estado, honores y todo el circo. Dicen que Dictador vendió partes del cohete a los rusos y los chinos aprovecharon para mejorar sus misiles. La NASA, para no meter más la pata, cambió las rutas de vuelo. Y así, entre el quilombo de la Guerra Fría y una vaca aplastada, nació la primera indemnización por basura espacial. El Indio Solari lo vio clarito en su tema: los poderosos juegan allá arriba y nosotros pagamos los platos rotos. Me hace acordar a esas noches mirando estrellas, pensando que algo puede caernos encima sin aviso.
Esto es pura anécdota de fogón, con ese gustito a café quemado y risas entre amigos. Porque, en serio, ¿quién no ama una historia donde una vaca le gana a una superpotencias?
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Con información de: (Indio Solari en conversaciones con Marcelo Figueras. Este texto forma parte del capítulo 11 del libro autobiográfico Recuerdos que mienten un poco (Bs. As, 1era. edición, Editorial Sudamericana, 2019).
Redacción: Cortadito News Escrito por: Pedro Alfonso Sánchez
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