La escena vuelve a repetirse en Cuba con una precisión casi coreográfica: otro sábado, otro apagón, otra jornada en la que la oscuridad parece tener más constancia que la propia luz. La Unión Nacional Eléctrica, tan habituada ya a dar malas noticias como un heraldo medieval en tiempos de peste, anunció un déficit de generación de 2 040 MW. Dicho de otra forma: la demanda sigue creciendo como hiedra descontrolada mientras la oferta se derrumba como una fachada colonial mal apuntalada.
Las causas del colapso eléctrico
Lo interesante —o lo trágicamente irónico— es que las causas del colapso eléctrico suenan a lista de excusas repetidas, casi una letanía de la era postindustrial. Averías por aquí, mantenimientos por allá. La unidad 5 de Diez de Octubre se cayó; la 2 de Felton también; la 5 de Renté no quiso quedarse atrás. Mientras tanto, las unidades 2 y 3 de Santa Cruz, junto con la 4 de la Carlos Manuel de Céspedes en Cienfuegos, descansan en “mantenimiento”, una palabra que en el léxico cubano contemporáneo empieza a funcionar como sinónimo involuntario de incertidumbre. Y, por si faltara contraste, 90 centrales de generación distribuida permanecen paralizadas por falta de combustible, como si el país se hubiera quedado sin aliento en medio de una carrera que nunca pidió correr.
Un occidente casi a oscuras
No es necesario un cronista iluminado para recordar que apenas tres días atrás todo el occidente, desde Pinar del Río hasta Cienfuegos, quedó desconectado del Sistema Eléctrico Nacional. Casi dos días sin luz, con apenas un par de horas de respiro. La vida cotidiana —ya bastante creativa en sus estrategias de supervivencia— se vio obligada a practicar malabares imposibles: cocinas a media tarde, estudiantes tratando de estudiar como monjes medievales, y familias enteras moviéndose por la casa como si fueran sombras sin dueño.
¿Hasta cuándo podrá sostenerse esta realidad?
¿Hasta cuándo puede un país sostener esta danza entre penumbra y resignación? ¿Qué significa vivir con la sensación de que la electricidad, ese símbolo moderno de progreso, funciona en Cuba como un visitante caprichoso? La crisis energética no solo apaga bombillos: atenúa rutinas, hábitos, esperanzas. Golpea con la contundencia de una verdad incómoda: cuando falta la luz, falta mucho más que la luz.
Persistencia y humor frente a la oscuridad
Y, sin embargo, incluso en este paisaje sombrío, el pueblo cubano sigue encendiendo pequeñas chispas de ingenio y humor, como si se empeñara en recordarnos que la obstinación también puede ser una forma de resistencia. Tal vez por eso, en medio de tantos apagones, lo que más ilumina es la persistencia de la gente; frágil como una vela, sí, pero también tan tenaz como el viento que intenta apagarla.
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Fuente: La Tjera
Redacción: Cortadito News
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